Las Moratillas: Cañas y Barro

Distancia 42,5 kmDesnivel positivo 1.075 m
Tiempo en movimiento 4:33IBP 74
Perfil de la ruta

Puedes descargar el track pulsando aquí.

Chat en la web picañera
Chat en la web picañera

Este sábado, la manada de El Perro Verde BTT se ha ido a un paraje conocido como Las Moratillas, muy cerca de Siete Aguas. Pero no lo ha hecho solo. El jueves detecté que habían enlazado la ruta desde la web de el club BTT Picanya para hacerla el mismo día y a la misma hora que nosotros. Al menos podrían haber dejado un comentario o algo —no cuesta nada— pero lo cierto es que tenía curiosidad por ver si al final venían.

Mientras llegábamos, adelantamos a un coche con varias bicis amarradas al maletero. Ahí estaban. Llevaban la equipación de su club. En un momento llegamos al lugar de encuentro. Una cosa está clara, ha llegado el invierno. Mientras nos abrigábamos tuvimos nuestra primera toma de contacto con los bikers de Picanya.

Los minutos pasaban y los picañeros decidieron salir, pero nosotros aún estábamos esperando a Javi y Paco Jorge, que no llegaban. Se equivocaron de salida en la autovía —lo próximo será programar el Tom Tom Go desde la web— pero en un momento pudieron comprobar el duro frío de la estepa moratillana. Bueno, para Vicente no fue un día frío, sino un perfecto día primaveral.

Les copains d'abord
Les copains d’abord

Por fin nos pusimos en marcha. El terreno estaba muy húmedo y pese a las previsiones, el cielo no apuntaba a que hiciese demasiado buen tiempo. Bastante suerte tendríamos si no acababa lloviendo, pero el suelo estaba ligeramente mojado y las ruedas se adherían cosa mala. Al menos, si el día despuntase la primera capa de tierra se secaría un poco.

Tras subir la primera cuesta que nos alejaba y aislaba de la autovía se abrió un paisaje totalmente distinto al que nos esperábamos. Pistas anchas y bien compactadas que atravesaban un colosal pinar. Nada más salir ya empezó a perderse parte del grupo, quedándose atrás Jorge y Alicia antes de recorrer los primeros dos kilómetros. Creo que por ahora es el record.

Con todos ustedes, su peor pesadilla
Con todos ustedes, su peor pesadilla

La primera gran bajada del día despertó todas mis alarmas. Como el barro estaba bastante compacto tuvimos la suerte de que las ruedas no se convirtieron en un surtidor de mierda, pero ni agarraban bien, ni frenaban, ni conseguían llevar la dirección con seguridad. Si nada más empezar ya está así el percal, ¿Cómo estará más adelante? Tuve la visión de gente acabando la ruta más rebozada de barro que el monstruo del pantano.

Al empezar a subir, las bicis no tiraban como era habitual. El roce de las cubiertas en la tierra húmeda lastraban mucho, pero el gran problema llegó en escasos minutos. Unos doscientos metros del camino se habían convertido en una especie de ciénago pantanoso. Las ruedas no sólo se hundían mucho más allá de la banda de rodadura, sino lo que es peor, el barro no se soltaba y se acumulaba en las vainas, los tirantes y la horquilla. Y suerte que todos llevábamos frenos de disco, que si no, el desastre podría haber sido aún peor.

¿Y cuándo dices que cambiaste los retenes?
¿Y cuándo dices que cambiaste los retenes?

En esas condiciones era imposible pedalear veinte metros seguidos. Lo mínimo que podía pasar era que se acumulase el barro en el cambio y acabara reventando. El desviador daba pena verlo… Y ojo con poner el pie en el suelo, porque se hundía hasta cubrir toda la suela.

Ni siquiera empujando la bici del manillar conseguíamos salir de aquel atolladero. A cada paso que dábamos nuestros pies recogían medio kilo de barro, y por mucho que intentásemos limpiar las cubiertas de barro, a cada media vuelta de rueda se ponían igual. Los pocos que intentaban seguir montados enseguida se dieron por vencidos. Acabamos saliendo con la bici al hombro. Afortunadamente no volvimos a entrar en ningún camino similar durante todo el día.

Mucha bicicleta doble, mucha horquilla de 150 milímetros y mucho cuadro de carbono, pero al final lo más necesario era tener un puñetero palo para quitar el barro de las calas y las cubiertas.

¡Un palo! ¡Un paloooo!
¡Un palo! ¡Un paloooo!

El grupo se fue estirando y se hacía la hora de almorzar. Así que decidimos parar a comer reagrupando en el campamento de Las Moratillas. ¿Todos? No, porque un pequeño grupo de irreductibles trialeros tiró hacia adelante y se pasó. Para llegar, necesitábamos atravesar una trialera terrible que acababa en una senda ya más agradable, en la que se podía poner la bici a una buena velocidad. A mitad de camino vimos una caseta metálica donde la gente dejaba escritos dentro. No lo ponía en ningún sitio, pero apuesto que es el buzón de quejas del metro de Valencia. Sólo así, obligando a hacer trialeras en bici de montaña para poder quejarse, se explica que esa inefable empresa saque más de ocho puntos en la última encuesta de satisfacción ciudadana.

Almorzando en una balsa
Almorzando en una balsa

En una pequeña balsa vacía, al sol, almorzamos Luis, Damián, Jorge y yo, comentando la música que podría poner Jorge en los vídeos. Mientras decidíamos si era mejor poner Joy Division (o Rajoy Dimision) llegaron los demás. Nos comentaron que Rafa se había caído de bruces contra el manillar, pero ahí estaba, más duro que un empaste de Hulk.

De nuevo en marcha, nuestra próxima meta era cruzar el río. Nadie se cayó al agua, así que no hay fotos para la historia, pero lo que sí que se quedó en el río fueron las fuerzas de Paco Jorge. Falto de entreno y reventado como estaba de pasar por todo el barro, las siguientes subidas las hizo andando. Como ya empezaba a hacerse tarde, el grupo se dividió definitivamente. Casi hora y media de ventaja nos sacaron los demás. Los que quedamos nos lo tomamos como un paseo campestre, sosegadamente pistero pero animado cuando al fin llegamos a una senda divertidísima, rota y llena de piedras, donde pude saborear el placer de adelantar a un Paco Jorge hechido de orgullo de bicicleta doble.

Voy cruzando el río...
Voy cruzando el río…

Mientras bajábamos andando una trialera en la que Javi se pegó una leche de impresión —afortunadamente sin consecuencias— pasó un momento de gloria, de esos que llaman ingenio de escalera. Paco, como no, empezó a hacer bromas sobre la bici de Damián, incluso llegando a decir que no se puede ir por la vida con bicis compradas en el Mercadona… El problema es que la bici no era de Damián, sino de Alicia. Lo cual me hace pensar que es bastante irónico que mientras la bici de José Vicente ha llegado a romper la cadena dos o tres veces en un mismo día, la de Jorge al cambiar haga un ruido más desagradable que rascar un plato con un tenedor, a Javi se le aflojó el manillar en mitad de una trialera, a Rafa se le atascó la cadena entre los radios y el cassette, a Damián el desviador le roza con la cadena, o a Adri se le desajuste el cambio a cada bache que pilla… ¡Luego las bicis malas son la de Alicia o la mía, que no nos han dejado tirados en la vida! Que yo sepa, todos hacemos el mismo recorrido.

Las bicis baratas no paran de dar problemas
Las bicis baratas no paran de dar problemas

Acabada la trialera, aún nos faltaba llegar al punto de partida por más pistas, que se hicieron más largas de lo imaginable. La lejana visión del totem de la gasolinera donde habíamos aparcado nos provocó más júbilo que la visión de América por Rodrigo de Triana hace más de quinientos años. Allí llegamos cuando ya sólo quedaban Ana y su novio, hartos de esperar. Y porque se iban en la furgo de Alicia, si no, ni eso.

¿Cómo es posible que no nos encontrásemos con los bikers de Picanya en ningún momento? Eso es otra pregunta que será contestada otro día.

Valoración de la ruta

Puntuación de la ruta:
Tres estrellas y media
PuntosPuntosPuntosPuntosPuntos
Dificultad física:
Cuatro pedales
PuntosPuntosPuntosPuntosPuntos
Dificultad técnica:
Un pedrusco y medio
PuntosPuntosPuntosPuntosPuntos
Paisajes:
Cuatro carrascas
PuntosPuntosPuntosPuntosPuntos
Peligrosidad:
Un hueso roto
PuntosPuntosPuntosPuntosPuntos

¡Dentro vídeo!

Las fotos del día

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