45,6 km | 724 m |
3:54 | 43 |
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Hace un par de semanas fuimos a hacer una ruta guiada por Xuso a la zona de Tous y l’Alcúdia. Estos pueblos tienen multitud de sendas, pistas e incluso cuevas para investigar. Lo malo es que está bastante lejos como para ir de forma habitual, aunque en realidad más se tarda en hacer unas lentejas y nadie se queja por ello.
Quedamos para ir en el metro todos juntos. Nos encontramos con Óscar, Miguel y Pilar, además de Julia, que repetía con nosotros. Durante el viaje aprovechamos el tiempo para reparar los pinchazos que antes de empezar la ruta ya teníamos. En este aspecto también somos unos adelantados a nuestro tiempo, pinchar antes de rodar. Al llegar nos encontramos con el resto, dispuestos a salir pitando antes de morir congelados.
Nada más salir ya comenzaron los percances. Víctor se cayó al suelo simplemente por subir una pequeña rampa de menos de un metro. Jorge se pegó un traspiés a causa de unos cantos en el suelo… Lo nunca visto. Para ahondar en sufrimientos, mis guantes no estaban totalmente secos desde que los lavé y la humedad se congeló, pero afortunadamente el día empezó a despejar rápidamente.
Y cuando parecía que ya no habrían más accidentes, Rafa se cae la hostia del siglo. En un sitio en el que parecía imposible que pasara nada pegó un trompo que salió disparado por encima del manillar, quedando tumbado en el suelo. Ya estoy acostumbrado a ver caer a Rafa y José Vicente, pero a oír los quejidos que gimoteaba no lo estoy. Al flexionar su pierna vimos que en apariencia no había nada roto, pero yo ya me estaba haciendo cábalas sobre cómo podríamos sacarlo de allí… ¡Y al final no hizo falta! Tras una pequeña pausa siguió pedaleando como el que más.
Durante el primer tramo nos acercamos hacia Tous intentando ir por sendas y pistas, e incluso nos salimos del track durante un rato para explorar otros caminos. Impresionante el momento en el que el camino estaba invadido por los restos de la poda de un cactus. No pinchó nadie, misteriosamente. Tras el almuerzo continuamos subiendo de forma cada vez más notable, hasta que vimos el pueblo.
La llegada a Tous daba inicio a la parte más dura de la ruta, consistente en la subida al puerto de Tous hasta el camino del embalse. Un puerto que pese a ser bastante asequible, se le atragantó a más de uno. Juan y yo convertimos la subida en un duelo de egos para ver quien se ponía en cabeza. Yo tuve que parar treinta segundos para comprobar si el ruido que oía era la cadena rozando contra el desviador o mi corazón rompiendo las costillas y él aprovechó para adelantarme. Ganó. Cuando nos cansamos de esperar en la cima, agobiados por el viento, dimos la vuelta para ver dónde estaban los demás. Afortunadamente ya habían subido y estaban haciendo fotos.
Y al acabar la sesión fotográfica nos embarcamos a bajar la Senda de les Dones. Yo ya la había hecho hace tiempo y la comenté de la siguiente manera:
Al poco de pasar un desvío que baja hasta el pantano, pintado en el suelo encontraremos indicaciones a una senda BTT. No hay que fiarse. Es un camino estrecho, muy pedregoso y muy, muy complicado. Es calamitoso hacerlo andando, y si se ha de atravesar con las alforjas cargadas se convierte en un infierno de rebotes y de golpes de pedal en los gemelos. Si se plantea la ruta como una marcha de paseo, lo ideal es ignorar la indicación y continuar recto, no como lo que se puede ver en el track.
Y bueno, desde aquella época hasta ahora se ha cambiado de bicicleta, se han abandonado —temporalmente— las alforjas, se ha mejorado un poquito la técnica pero el asco que le tengo a esta senda lo conservo como el primer día. Iba el último junto con Damián y Miguel. Ninguno de los tres es que seamos unos fieras del downhill, y aún así me sacaron finalmente casi cinco minutos de ventaja. No sólo es que sea malo, sino que además ni siquiera se escoger la mejor trazada. Y mira que en sitios relativamente transitados las roderas acaban notándose.
Cuando llegué, lanzando sapos y culebras de la trialera quedaban por hacer varios tramos de sendas y pistas, pero entonces llegaron los fallos fisiológicos y mecánicos. Las piernas de Óscar eran la pesadilla de un estudiante de anatomía, porque no podría nombrar ningún músculo del miembro inferior que no le doliese. Tanto es así que para estirar necesitó ayuda para tumbarse en el suelo. Pero mientras los dolores remitían, Juan estaba luchando contra una cadena rota a la que no había tronchacadenas que le tosiese.
Al salir de allí seguimos bajando, esta vez en una pista asfaltada llena de curvas. ¡Subir por aquí sí que hubiera tenido mérito! A veces las curvas eran tan cerradas que lo lógico era pensar que la carretera se acababa allí. El asfalto antes de cada curva tenía pintado con espray señales de precaución. Si alguien se ha tomado la molestia de señalizarlo es porque algún ciclista habrá bajado la montaña por el camino más rápido. Seguro.
Lo poco que quedaba ya para llegar de nuevo al canal Júcar-Túria consistía en una senda muy estrecha y plagada de vegetación en sus lindes. Aunque es más divertido pasar en primavera, donde los arbustos pasan por encima de tu cabeza. Juan y yo íbamos los últimos para evitar que se perdieran los que no llevaban cargado el track, así que intenté ir todo lo rápido que pude para que me esperaran lo menos posible. Cuando llegué me dijo Vicente «No, pero la gracia de esta senda es hacerla rápida». La cara que puse, más o menos, es esta:
Al pasar el canal ya sólo quedaba tomar la carretera hacia l’Alcúdia donde a toda velocidad llegamos a un bar para tomarnos algo mientras esperábamos que llegase el tren. Con lo que le cuesta podrían poner un vagón cafetería. Sería un negocio redondo.
Valoración de la ruta
Puntuación de la ruta: Tres estrellas y media | |
Dificultad física: Tres pedales | |
Dificultad técnica: Tres pedruscos y medio | |
Paisajes: Tres carrascas | |
Peligrosidad: Un hueso roto |
Un fiel reflejo de la jornada, como siempre. Cierto, no somos unos fieras del downhill, y últimamente un servidor no va ni «p’atrás», aunque el puerto de Tous los subimos a un ritmo decente, y en el último kilómetro Vicente nos puso en fila.
La senda que nos llevó hasta el canal me encantó.
¡Ah! Y la gente que se incorporó, encantadora.