Aunque ya estemos en octubre, Valencia no se ha librado de su sofocante calor. Pero no exageremos… Ya es un buen momento para volver a afrontar las cuestas del lugar que vio nacer a El Perro Verde BTT: la sierra de La Calderona.
Llegamos al aparcamiento que hay pasado el sanatorio de Porta Coeli poco después de despuntar el día. Tras los reencuentros y comprobar el buen funcionamiento de las bicicletas tomamos el camino en dirección al mirador de la Font de l’Abella. Hoy tenemos nuestros ilustres invitados y amigos del club BTT Argilaga, así que hay que quedar bien. Y al igual que cuando te haces una foto siempre intentas meter tripa y parecer un poco más alto, cuando vienen invitados hay que demostrar que se sube sin esfuerzo y que cualquier trialera, por pedregosa y técnica que sea, es el pan nuestro de cada día. Sin embargo, yo, que habré dormido cuatro horas, creo que voy a ir el último toda la mañana.
El primer imprevisto de la jornada se presenta cuando xuso tiene un reventón por llantazo poco después de pasar la fuente, camino del mirador. Mientras los más manitas cambiaban la cámara intenté ponerme en contacto con el walkie con el resto del grupo que ya iba por delante. Desgraciadamente la pista se curvaba y no tenía alcance para hablar, así que tiré hacia adelante para que siguiesen haciendo camino hasta el mirador sin preocuparse.
Los últimos metros hasta el mirador tienen una pendiente algo mayor pero nada que no se haga subiendo dos coronas. Al poco de llegar yo llegó el resto. Xuso no sólo tuvo un pinchazo sino que un pequeño traspiés con las calas mal reguladas le hizo caer prácticamente parado. Afortunadamente fue sólo un pequeño rascón en la pantorrilla.
Tras el montón de fotos en el mirador ponemos la mente en el siguiente objetivo, la Font del Poll. Una Pequeña pero intensa bajada por el mismo camino que hemos subido y en 800 metros nos desviaremos a la izquierda del camino en una corta rampa que exige poner el plato pequeño con tiempo. Al subirla nos espera la pista del Camino del Campillo, con una subida más suave que durante los primeros kilómetros de la ruta y en muy buen estado. La calderona los fines de semana se convierte en un trasiego constante de ciclistas, senderistas y trail runners, por lo que hay que ir siempre pendiente y nunca dejarse llevar en las bajadas.
Necesitaba parar y descansar un momento, pero parar en una pista sin demasiadas complicaciones es un poco triste… ¡Pero si vas en cabeza hay un remedio universal! Simplemente sacas la cámara de fotos y con la excusa de retratar al grupo en marcha tienes cerca de un minuto de breve pero reconfortante pausa.
La fuente es el lugar idóneo para rellenar los bidones, comer unos dátiles o una barrita de cereales y, en verano, poner directamente la cabeza bajo el chorro… El problema es que cuanto más calor hace, menos agua trae la fuente. Nunca hay que fiarse.
Si supierais lo que ha llegado a hacer con esa bici, alucinabais
Jorge, dándome un chute de optimismo
El camino hasta Masía Tristán y el pico con el refugio es bastante largo y los últimos metros —como siempre que se llega a un «refugio en la cima»— son algo complicados, pero nada que no se pueda subir con un poco de paciencia. Coincidimos durante un largo trecho con otro grupo de bikers que se notaba que jugaban en otra liga distinta a la nuestra. Aunque nosotros vayamos siempre a buen ritmo y sin demasiadas pausas, ellos parecía que estaban dándolo todo, como si estuvieran continuamente disputándose el podio a trecientos metros de la meta. Jorge, una bestia de los pedales, y yo, que hago lo que buenamente puedo, tratamos de seguir su ritmo e incluso adelantarlos. No contaba yo con la rampa que venía por delante. Él los fundió con su bici de carbono. Yo, con mi mastodonte de 18 kilos me quedé atrás, pero oí como les decía al llegar: «Si supierais lo que ha llegado a hacer con esa bici, alucinabais» Llegué detras de ellos, pero con un sentimiento de satisfacción gigante.
El otro grupo tiró por su camino y nosotros subimos ya juntos por el camino del refugio a almorzar. Las vistas a 800 metros de altitud son espectaculares. Disfrutando del sol otoñal y de los bocadillos y la cerveza, estos momentos hacen olvidar el cansancio y los madrugones de las salidas en bici. En el horizonte se podía ver un paso en la cordillera, plagado de aerogeneradores. Aunque todos diesen soluciones distintas (El Ragudo, Barracas o incluso Javalambre), para estar en lo cierto sólo hacía falta subir al pequeño mirador que teníamos al lado, donde un panel indicaba a qué correspondía cada montaña de nuestro alrededor.
Ya saciados continuamos la marcha, con un espectacular descenso hasta el Barranco de la Sepultura y posterior ascenso a Masía Tristán. Continuamos por pistas hasta nuestra visita a la Font del Berro. Nuestra última prueba fue pasar por una senda muy estrecha en la que la vegetación, bastante tupida, no dejaba pasar con facilidad. Entre los arañazos en los brazos, las ramas entre las ruedas y los pedales y las ramas que podían tocar las manetas de los frenos no te quedaban sentidos suficientes para estar atento también a las piedras y raíces en el camino.
Los últimos metros fueron más bien de paseo hasta llegar de nuevo al punto de partida. Algunos decidieron rematar el día volviendo a Valencia en bici. Parece que con 42 kilómetros de ruta y 1600 metros de desnivel acumulado no han tenido bastante. Lo que está claro es que la ruta es exigente a nivel físico, no tanto a nivel técnico. Tiene unas vistas espectaculares, muy cerca de Valencia y se puede llegar en metro. Perfecta para los que están descubriendo el BTT y quieren retos para poner a prueba su resistencia, pero sin jugársela demasiado en trialeras o sendas que puede que no estén aún a su alcance.
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