En marzo el grupo de El Perro Verde BTT se desplazó hacia el norte, hasta la ciudad de Onda, para realizar una ruta acompañados por los que serían nuestros guías, Esteban, Borja y Eliseo, de Malalts BTT. Una ruta que sería recordada especialmente por sus momentos acuáticos.
Tras encontrarnos en el cementerio de Onda —lo cual ya era una señal— y presentarnos, fuimos esperando a que viniesen llegando los demás. Al final salimos más cerca de las nueve que de las ocho. De todas formas tampoco deberíamos preocuparnos. Según nuestros anfitriones la ruta se acabaría en unas tres horas y media, y además todo eran pistas y sendas muy sencillas.
Los primeros metros fueron de contenida alegría. Subiendo por asfalto y pistas. Bueno, algún que otro tramo de barro debido a las lluvias, pero nada que nos tenga que preocupar… Por ahora. Y es que la primera de las sorpresas era que la primera senda —aunque a mí me parecía una trialera—, larga a decir basta era en realidad el cauce de un pequeño riachuelo y estaba totalmente inundado. Al principio trampeábamos como buenamente pudimos la situación, intentando poner los pies en los márgenes a la hora de parar. Poco futuro tenía. Al final nos tocó ir andando, con el agua hasta los gemelos. Al menos el día era suficientemente caluroso para que no importase mojarse.
Tan lento y malo soy bajando que me quedé el último. Recuerdo perfectamente como me adelantaron los anfitriones, me adelantó Damián, Óscar, Andrés… Así que cuando salimos de la senda y no encontrábamos a Andrés me extrañó que se hubiera quedado atrás. Me hubiera dado cuenta, ya que adelantar a alguien en mis condiciones me resultaría tan asombroso que me acordaría. Lo que pasaba es que había tirado adelante.
Y siguiendo con los contratiempos, en un escalón considerable Miguel se pegó un traspiés que volcó, bici incluida llevándose un golpe en la pierna considerable y magulladuras por todo el cuerpo. No percibió la altura hasta que ya estaba pasando y quiso parar. En ese momento lo poco que puede hacerse para evitar la caída es llevar el cuerpo hacia atrás y no frenar, pero instintivamente tus manos optan por apretar los frenos como si no hubiese un mañana.
Y como lo de pasar un riachuelo no era suficiente, ahora tocaba cruzar un río que venía cargado con todo el caudal de las últimas lluvias. Pese a cruzar por un paso elevado, el nivel del agua superaba los bujes de las ruedas. Además no se veían los lindes del puente, que parece que ni tan siquiera tenía pretiles. Un despiste, un pequeño traspiés y hubiéramos caído, bici incluida río abajo. ¡Estas cosas se avisan!
Tras el abandono de Miguel decidimos parar a almorzar en mitad de un camino, ya que últimamente ni siquiera buscamos la sombra, no sea que nos aburguesemos o algo. El calor aprieta, el bidón de agua parece un sopicaldo y aún queda mucho por delante.
Pasamos por Tales para refrescarnos en su fuente. Desgraciadamente nos despistamos y el grupo se separó. Pese a llevar walkies y móviles no hubo manera de contactar, así que sólo unos pocos conseguimos llegar a la Font de Montí, que rebosaba por todos lados. Era el día perfecto para tirarse de cabeza a chapotear.
El último tramo hasta llegar de nuevo al punto de partida era una senda rota y con bastante mala vaina. Pude haberla evitado, pero estaba tan agotado que pronuncié la mítica frase: «Aquí hemos venido a jugar». La consecuencia se puede adivinar. Mientras el resto ya había llegado a Onda, yo estaba a mitad de camino con la bici del brazo, harto y superado por todo.
Y al llegar por fin al cementerio nos encontramos con el grupo de desaparecidos… Pero claro, ellos también pensaban que nosotros éramos los desaparecidos. Y como si del mundo al revés se tratase, mientras yo estaba superado por una ruta que me había vencido por completo y de la que gustusamente me hubiese escapado del último tramo, Rafa mostraba un cabreo de no te menees por haberse perdido el último tramo y haber tenido que volver a Onda antes de tiempo a beber cerveza en un bar y comerse a la sombra un bocadillo de los que se recuerdan. ¡A la próxima intercambiamos los papeles!
Valoración de la ruta
Creo que nuestros amigos de Malats BTT nada más empezar la ruta erraron con nuestras capacidades cuando pensaban que a las doce ya habríamos terminado. Lo que para ellos es una senda fácil, para mí es una senda complicada. Y lo que para ellos es un tramo con pequeñas dificultades, para mí es buscar un camino alternativo. Sin embargo los parajes eran preciosos y toda el agua que pudimos probar nos vino bien para el calor que acechaba.
Puntuación de la ruta: Tres estrellas
Dificultad física: Tres pedales y medio
Dificultad técnica: Cuatro pedruscos
Paisajes: Tres carrascas y media
Peligrosidad: Tres huesos rotos
¡Dentro vídeo!
Las fotos del día
Un comentario en «Onda, buscando los límites de lo ciclable»
A mí sí que me gustó la ruta. Lo del agua estuvo divertido y diferente. La crónica chapó, como siempre.
A mí sí que me gustó la ruta. Lo del agua estuvo divertido y diferente. La crónica chapó, como siempre.