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Calderona, 16 de mayo de 2015

El próximo sábado, El Perro Verde BTT realizará una ruta que con la excusa de ver el árbol de la Morruda le tocará hacer entera la Calderona dos veces. Las subidas son asequibles pero largas, pero las bajadas son trepidantes. Además se volverá al punto de inicio por una senda abrupta llena de pedruscos donde hay que asegurarse de no perder el bidón de agua, porque con tanto bote es lo normal. Sigue leyendo la planificación de la ruta

Última hora: Salida a la Calderona el domingo 1 de febrero

Dicho y hecho

Debido al vendaval que asola toda la zona de Valencia se suspende la ruta a Chelva. Pero hay una alternativa para calmar el mono de las salidas con El Perro Verde BTT. El Domingo 1 de febrero hemos decidido salir a nuestra socorrida Calderona para hacer una ruta de cerca de 40 kilómetros y 1.000 metros de desnivel. Sigue leyendo la planificación de la ruta

Terrible ruta por Espadán y liberadora vuelta a Valencia

Lo de este fin de semana ya empezó de forma un tanto desconcertante. Normalmente cuando se planifica una ruta a partir de un track ajeno deja implícito dos decisiones: el punto de salida y el sentido de la ruta. Justo las dos cosas que no han estado claras hasta horas antes de empezar a pedalear. El track en teoría salía de Estivella, pero para permitir que se pudiese venir en tren finalmente hemos salido desde Faura. ¿Adivináis cuánta gente ha venido en tren? Pues eso.

Y luego el sentido de la ruta ha sido todo un show. Yo me curé en salud y puse el track al derecho, del revés, por delante y por detrás… Para que al final hubiera gente que pensara que el track original ya venía mal de fábrica.

Tras llegar a Faura y reunirnos, el primer paso era adentrarnos en el campo subiendo la senda del Codoval, recorriendo caminos que ya conocíamos de otras ocasiones en las que hemos rodado por aquí. Muchas de las subidas eran bastante duras, pero alguna en concreto se hacían imposibles de recorrer. El track nos mandaba por el lecho de un barranco con piedras afiladas y recovecos imposibles por donde evidentemente no se podía pasar, porque en realidad había que llegar a un sendero justo a la derecha, diez metros por encima y recubierto de maleza… Pero no pasa nada, sucede en las mejores familias.

Esta sutil metáfora indica la leve inflamación de mis testículos a estas alturas de ruta
Esta sutil metáfora indica la leve inflamación de mis testículos a estas alturas de la ruta

Tras algunas sendas y pistas llegamos hasta Estivella, localidad desde la cual sale el track original. Ya había hambre pero para evitar apalancamientos en bares al final paramos en un descampado poco después de atravesar el pueblo, por pura precaución. Todo apuntaba a que la ruta iba a acabar tarde.

Seguimos por una subida continua sobre muy buen terreno. Desgraciadamente ese firme acaba y llega un momento en el que mis dos platos se ponen al límite. Ya sobra toda la ropa —Vicente sí que sabe— y no sé por qué demonios en pleno enero empiezan los ojos a escocerme de la alergia. ¡Bravo! Los últimos metros, al final por pura desidia, andando.

Pero no pasa nada. Eran momentos de extrema felicidad en comparación a lo que vino después, una senda muy estrecha y larga de esas que a cada veinte metros me toca pararme y descabalgar de la bici porque es un jodido suicidio bajar por ahí. Rafa se pega una leche. Andrés una señora hostia… Pues no me apetecía ser el siguiente, para que nos vamos a engañar. Veo que esta ruta se está convirtiendo en una misa, por lo de levantarse y sentarse setenta veces antes de irnos en paz.

Como se puede observar, la ruta provocaba más y más inflamación.
Como se puede observar, la ruta provocaba más y más inflamación.

Pero no acaba ahí, no… Porque después toca subir a una torre de telegrafía óptica en lo alto de una montaña a la que casi tuvimos que escalarla. Todos los que éramos, con la bici de la mano o al hombro subiendo por una estrecha senda hecha a base de pedruscos como si fuésemos una expedición al Himalaya. Era tan épico que daba por hecho que al llegar clavaríamos una bandera como en Iwo Jima.

Tanto rato subiendo a pie, resbalando entre piedra suelta… Será porque las vistas son espectaculares y porque la bajada será digna de recordar. ¡Ja! Verse, se veía lo mismo que antes de subir y la bajada era un puto infierno que ya por pura desidia bajé andando porque ya entre el calor y el hartazgo no me apetecía ni hacer el paripé de estar montando y desmontando de la bici a cada diez segundos. Cuando me volví a encontrar con los demás dije claramente:

Cuando llegue a casa, con mi cuenta, entraré en el wikiloc de Garbici y pondré: «Si creéis en la reencarnación, en vuestra próxima vida naceréis como escarabajos peloteros»

Tras la subida y bajada a la torre del telégrafo, los tenía ya del tamaño de un tanque de gas de la petroquímica de Tarragona. No sabéis lo difícil que es subirse a una bici con dos de éstos colgando.
Tras la subida y bajada a la torre del telégrafo, los tenía ya del tamaño de un tanque de gas de la petroquímica de Tarragona. No sabéis lo difícil que es subirse a una bici con dos de éstos colgando.

Para continuar tocaba volver a subir una cantidad indecente de metros que ya me temía que sería para tirarse por sitios peores aún. Ahí, aprovechando que gracias al GPS no me iba a perder tiré rápidamente y les saqué una ventaja de diez minutos a los demás que aproveché para rodar solo olvidándome de la mierda de ruta que estábamos haciendo. Tengo la habilidad para en las peores situaciones poner la mente en blanco rollo zen y silbar, cantar o recitar poesía si hiciera falta. Me evade de la frustración que provoca ver como siempre soy el último que llega a los sitios mientras todo el mundo me espera. Me gusta cuando en las rutas coincido con Alicia y con Damián, porque más o menos los tres tenemos la misma capacidad técnica a la hora de afrontar las bajadas y asumir riesgos, pero aquí estaba yo solo y a un kilómetro, los demás esperando.

La última de las bajadas que hice, para no perder la costumbre, me tocó hacerla a pie. ¡Como no! Me estoy dando cuenta que con la otra bici pese a subir más cansado y más lento, pocas eran las rampas que se resistían (la gracia de los tres platos). Y las bajadas eran mucho más seguras, más que nada porque ahora la trazada surca sobre los obstáculos, y antes la trazada creaba un surco.

La senda acaba en la carretera que va de Torres-Torres a Les Valls. Ahora en teoría tocaría volver hasta faura pasando por el barranco del Codoval, pero…

Huevos inflamados a tamaño planetario.
Huevos inflamados a tamaño planetario.

Así que aprovechando la carretera y las poquísimas ganas de nada, Vicente y yo nos fuimos echando leches de allí. En cuanto pasó un grupo de ciclistas bajando, allá que me piqué a bajar a más de 40 por hora.

La vuelta a Valencia, una delicia. Tranquilos, veloces, con el corazón trabajando como debe de trabajar y ganando con esfuerzo y sin pausa cada kilómetro que nos faltaba hasta casa. Sin duda, lo mejor de la mañana. Lo único que se merecería el título de la crónica.

Al llegar a casa no pude más que comentar la ruta por Whatsapp:

Alberto

Sin ironías ni dobles lecturas: como me alegro de que Damián no haya podido venir hoy. Nuestra mala leche se hubiera «retroalimentado» y hubiera salido aún más hasta los huevos de lo que he salido hoy. Y eso que he intentado ponerme «rollo zen» y que me importase todo un carajo.

16:10

Alberto

Así, en caliente: la peor ruta de El Perro Verde BTT.
Jamás.

16:11

Alberto

Y eso que siempre intento encontrarle aspectos positivos a las rutas. Incluso cuando todo se tuerce y acabamos perdidos a las cuatro de la tarde. Pero cuando lo único que destacaría es la vuelta a Valencia con Vicente…

16:15

Alberto

Lo dicho: una 💩 x 1.000

16:17

Es la primera ruta que he abandonado. Por hartazgo e inflamación aguda de testículos. Y lo dice uno que aguantó en el cine una peli de Garci sin reclamar daños y perjuicios.

Hala. Ya me he desahogado.

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