El pasado domingo 01 de Mayo se celebró una nueva carrera del Circuit MTB València, en esta ocasión en la localidad de Pedralba, y contando con la participación deVicente Sanz Solanay de Tobías Polanco como representantes de El Perro Verde BTT Club Ciclista. Ambos corrieron bajo el patrocinio de Óptica Savis y disfrutaron de la cobertura facilitada por Jose Vicente OpticaSavis , éste último también patrocinador del circuito.
La manada deEl Perro Verde BTTel próximo sábado rodará por el trazado de la Marcha BTT Pedralba 2015 correspondiente al Circuit de MTB València. Será un recorrido abundante en sendas y alguna trialera, en el que no faltarán rampas que harán subir las pulsaciones. Recorrido total de 42 kms. y 945 metros de desnivel.
El pasado fin de semana, en mitad del puente, decidimos hacer una ruta cerca de Valencia, a la que se pudiera ir en metro. Se lo propusimos a Juan Moya y nos trazó una saliendo de Llíria, pero que consistía en más de 55 kilómetros. Con el calor tan tremendo que empieza a hacer no nos quedó otra que quedar antes de la hora habitual, así que a las 7:20 ya estábamos allí tras un viajecito de 50 minutos en el tren.
Pese a ser un fin de semana con escasas expectativas de asistencia, acudieron compañeros que hace mucho tiempo que no vienen, como José Antonio, Luis o Christian. Y también volvió Raúl, al que ya conocimos en la ruta de Gátova.
Nada más salir, problemas con la bici de Suso. Le rozaban los discos de freno de una forma tan exagerada que dolía la cabeza al ponerse a su lado. Parecía una sinfonía de gatos raspando sus uñas en una pizarra. Sus comentarios de que va a coger la bici y la va a lanzar desde la ventana esperemos que sean mentira. Si no, me voy con la tienda de campaña a acampar en el parque de enfrente de su casa y nada más caiga, a por ella.
Para entrar en calor —que en mayo desgraciadamente ya no hace falta— subimos a las ruinas de la Ermita de Santa Bárbara. Desde allí, bajando por una escalera que sorprendentemente se podía bajar perfectamente montado, comienza lo que es realmente la ruta.
Las sendas son variadas y las hay de varias dificultades. Las habían que no entrañaban dificultad alguna, las que superaban con problemas puntuales, las que hacía apoyando el pie como si fuera en un patinete y por último, las que me tocó hacer andando. Eso siendo yo. El resto del grupo sólo distinguió dos tipos de senda: las sendas muy fáciles y las «¿Ah? ¿Ésto era una senda? No lo había notado».
Yo tenía el día perro, y no verde precisamente. Estaba retrasando mucho al grupo. Si me pongo detrás, mal, porque todo el mundo me tiene que esperar. Si me pongo delante, peor, porque además de tener que esperarme, me tienen que adelantar. Así que aprovechando el parón provocado por un fallo mecánico en la bici de Raúl tiré yo solo hacia adelante. Si llego a saber que iba a abandonar la ruta me hubiese despedido.
Y como no, nuestro amigo amigo Murphy llegó entrando por la puerta grande. Salgo adelantando porque estoy retrasando mucho a la gente por las sendas y me paso diez kilómetros sin ver ninguna. Cuando llegué a la senda de la Cañada de Felipa casi que me apetecía. Y encima era asequible.
Que digo yo que si se han parado a almorzar al menos me enviarán un mensaje —Alberto, confía en Dios y corre.
Estaba muy cerca de Pedralba pero el resto no daba señales de vida. «Que digo yo que si se han parado a almorzar al menos me enviarán un mensaje». Lo pensaba, pero con el hambre que tenía mi lado desconfiado insistía en malmeterme la idea de que lo más probable es que hubiera habido un motín en el grupo, ciscándose en la idea original de almorzar cerca del Túria y parando.
Justo en las últimas subidas antes de llegar a Pedralba, cuando ya estaba a una cima de sacar el móvil para llamar a ver dónde estaban, me adelantó Juan Lozano mientras yo estaba subiendo… ¡Andando! Cansado es poco. Al ver que Suso había pinchado me quedé ayudándolo a cambiar la rueda. Era la excusa perfecta para descansar un poco, porque yo de mecánica lo único que sé es que la rueda gira, el cambio cambia y el desviador desvía.
Tras perdernos un rato por Pedralba al fin paramos a almorzar. Y veo que algunos dejan la bici y se sientan… ¡En una pequeña losa de hormigón al lado de una gasolinera! ¡Y el resto que se apañe! ¡No, no y no! ¡Por ahí sí que no! Vale que siempre almorcemos tirados en mitad del bosque. Que ni nos molestemos en buscar una sombra. Que el asiento más cómodo sea una raíz infestada de hormigas. Que ni siquiera paremos en el centro del pueblo sino a las afueras no sea que algún disidente entre a un bar a pedir una bebida fría en un día de poniente. Pero una cosa tenía clara, ese día antes me iba a almorzar por mi cuenta que comer tirado en el suelo, así que Suso y yo salimos para sentarnos en los bancos de la fuente de la Canaleta que hay cerca del puente sobre el Túria. Y mira tú por dónde acabó viniendo el resto.
La segunda parte de la ruta empieza cruzando el Túria sobre una estrecha y bonita pasarela metálica que no inspira confianza alguna y con una temperatura asfixiante que con el estómago lleno parece que afecte todavía más.
Algunas subidas y bajadas más adelante nos topamos con el desvío marcado en el track como octava senda. Juan nos avisó de que ya la recorrió una vez y aquello era insufrible, así que seguimos por la pista y ya nos encontraríamos con los demás. No sé como sería aquello que la mitad ni volvieron a aparecer.
Y ahora os estais preguntando… ¿Una ruta de Juan Moya sin momento «bici al hombro»? —Preguntas retóricas.
Y ahora os estais preguntando… ¿Una ruta de Juan Moya sin momento bici al hombro? El día de Vall d’Uixó, la subida a la cima. El día de Mijares, los dos cortafuegos… Pues como dicen cuando televisan la lotería de Navidad, el premio gordo se ha hecho esperar y con más de cuarenta kilómetros a las espaldas nos tocó subir varios bancales que desembocaban en… En la nada. Había una senda, pero bien escondida tras millones de rastrojos. En esos momentos siempre me hago dos preguntas. La primera, qué cojones hago aquí. La segunda, si yo estoy mareado del cansancio y del calor, ¿cómo estarán nuestras jovenes promesas del club, con cincuenta tacos o más?
Afortunadamente ya sólo quedaban caminos vecinales hasta llegar a Villamarchante y ahí volvió un poco la cordura y se decidió volver a Llíria por el arcén de la CV-50. Me puse a seguir a Víctor a rueda —como si a trece por hora sirviese de algo— y a las dos menos cuarto ya estábamos tomándonos una cerveza en el bar de la estación.
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