A principios de Abril El Perro Verde BTT realizó una ruta por la Calderona, partiendo desde la localidad de Gátova.
Descanso en la subida
La ruta nada más empezar ya apunta maneras, debiendo subir doscientos metros en poco más de un kilómetro. Pero la verdad es que en un día de frío merece la pena que las rutas comiencen así. Desgraciadamente no es el caso. Hace un día de bastante calor, pese a que a medida que avance la mañana empezará a nublarse hasta el punto de que parece llegar a chispear.
Llegando al Alto de la Calera
Tras la primera de las cimas del día se abre ante nosotros una pista perfecta para ir a toda velocidad. Llaneando durante seis kilómetros y luego bajando suavemente hasta el Corral de Mosen Jaime. Es uno de los tramos que más rápidos recuerdo haber recorrido. Tanto que tenía problemas a la hora de guiarme con el GPS puesto que no me daba tiempo a fijarme en los desvíos que hacía la ruta sobre el camino principal. Además había zonas donde en la pista se había acumulado gravilla, lo que daba al momento más intensidad. Una frenada un poco más intensa de lo necesario o una curva trazada demasiado cerrada podían provocar una caída.
Subiendo
Desgraciadamente se acaba la diversión en el kilómetro trece y llega el momento malo del día. Con un calor sofocante, la subida por el Camino del cerro de las Mulas es insufrible. No es sólo que esté demasiado inclinado, que lo está, sino que el firme es demasiado accidentado como para ir cómodo. Y eso no es lo peor de todo… Si en algún momento pones el pie en el suelo vas a estar andando un buen rato hasta encontrar un lugar donde poder subir de nuevo a la bici.
El almuerzo
Aprovechando la sombra que nos proporcionaba las paredes de un establo en ruinas almorzamos en unos veinte minutos. El Montemayor estaba esperando. Estábamos en la cúspide de la pista, así que llegar hasta la carretera fue muy fácil.
En el kilómetro 18 entramos en la carretera CV-245, en el tramo que va desde Alcublas hasta Altura. De todos modos, sólo iremos por ella durante 1.500 metros. ¡Pero vaya tramo! Es una subida constante hasta una pista cementada que alcanza la caseta forestal de la cima, a 1.016 metros de altitud. De hecho, el tramo de cemento hasta la cima se hace de forma bastante más cómoda que la carretera.
En el Montemayor
Tras cientos de fotos en la cúspide, toca bajar de nuevo a la carretera para inmediatamente entrar en el Camino de la Murta. Siempre hay imprevistos en todas las rutas, pero esta vez fue de traca. Un hombre que venía con nosotros por primera vez pincha. Lo malo es que lleva una cubierta tubeless. Intentamos inflarla un poco más, pero vemos que puede que siga perdiendo aire, así que decidimos poner una cámara en la cubierta… ¡Pero nos resulta casi imposible destalonar la rueda! ¿Tan bien está pegada?
Arreglando el pinchazo
Cuando por fin conseguimos abrir la cubierta descubrimos con asombro que la rueda ya lleva puesta una cámara, imposible de quitar porque esta pegada a la cubierta. Llegamos a la conclusión que alguna vez pinchó, puso una cámara, se olvidó y ha acabado por fusionarse con la cubierta. Imposible. No logramos quitarla. Volvimos a dejarla como estaba, inflamos y sólo nos quedó en confiar que el líquido antipinchazos funcionase. ¡Qué menos que saber que ruedas llevas!
Cerveza tras la ruta
Y para colmo, muy poca distancia después, Víctor sufrió una aparatosa caída que le provocó varios roces por todo el cuerpo, especialmente una herida bastante aparatosa en la pierna. La cubrimos con varios apósitos y algo de venda, pero dolorido como iba aún quedaban diez kilómetros para llegar a Gátova.
Por supuesto, entre tanto contratiempo y la caída de Víctor, la última parte de la ruta, la subida al pico del Águila no la hicimos. Pero salió una ruta bastante apañada de 37 kilómetros.
Valoración de la ruta
La ruta no tiene dificultad técnica alguna. Todo son pistas en perfectas condiciones, excepto en algunas cuestas localizadas en el camino de las Mulas donde directamente tuvimos que subir algún pequeño tramo andando debido a que no podíamos con la pendiente.
Podríamos decir que es una ruta ideal para gente que empieza a ir en bici de montaña y tiene buena forma pero poca técnica, o habituales de la carretera que quieran salir un día del asfalto.
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En mitad de una pista
Hace escasas semanas varios integrantes de El Perro Verde BTT se fueron a pasar la mañana del sábado a Chelva.
Parados
Pese a ser Abril, de buena mañana continúa haciendo bastante frío. Ya se puede ir con las piernas al aire, pero la parte de arriba es fundamental llevarla cubierta. Un cortavientos hace su papel hasta que la mañana avanza lo suficiente. A primera hora el frío en la serranía llega a un nivel que aprovechando el mercadillo de la plaza del pueblo, Damián se compró una braga en un puesto dado que la suya se le olvidó en casa.
La ruta ya empieza con problemas. El cable del desviador de mi bici decide destensarse por completo dejándome con el plato pequeño para todo el día. Pero Juan consigue salvar la situación con un poco de maña. Además del desviador también se rompe la funda del cable del bloqueo. Todo un misterio. Arreglado el percance, la ruta continúa con una implacable subida hasta el puesto de vigilancia forestal de El Cerillar.
En la caseta del forestal
Cuando llegué el primero a la cima, lo primero que hice fue subir encima del hito geodésico, intentando ver desde más allá de la cumbre. La vista es preciosa, viendo a tus pies el embalse de Benagéber e incluso la vista alcanca a ver Tuéjar a lo lejos. Pero una de las vistas que más alegraban la situación la teníamos bien cerca, puesto que la caseta del forestal tenía un precioso refugio para dejar el todoterreno. Techado, sin puerta y bien a resguardo del frío y del viento que asolaba la montaña.
A la hora de bajar de allí empezaron de verdad los problemas. Debido a la tala de los árboles abrasados por culpa de un incendio anterior, la senda que debíamos bajar estaba cubierta por enormes troncos carbonizados. Pasar en bici ya era casi imposible, pero las ramas hacían que incluso pasar con la bici cogida al hombro ya fuera una proeza.
Gincana
Tomar atajos en la empinada ladera era un acto de irresponsabilidad, ya que el terreno no era muy allá ni siquiera andando, y la caída podía ser muy dolorosa. A duras penas poco a poco fuimos bajando hasta la pista. Adrián hacía tiempo que ya había bajado. Posiblemente ese día acabó harto de esperar.
La ruta continuaba por varias pistas hasta que llegó uno de los momentos especiales del día: el paso por el puente sobre el río Tuéjar. Tras su cruce, una nueva pista con buena pendiente nos recibía para salir del valle del río. Tomé la delantera llevando Óscar detrás en todo momento. Cuando me dí cuenta aceleré más intentando dejarlo atrás. Óscar lejos de picarse esperó de forma paciente, prácticamente a rueda. Cuando quise dejarlo atrás y subí un par de coronas, él aceleró y tras una curva cercana se acercó a nosotros una cuesta aún mayor. Mientras yo me atasqué y tuve que cambiar de marcha muy despacio él me adelantó a toda velocidad. ¡Ganó!
Puente sobre el Tuéjar
Cuando ya faltaba poco por llegar, hubo un momento en que la cagada fue asombrosa. Ya estábamos cansados y el camino indicaba un estrecho y empinado vericueto entre las paredes de una cochambrosa construcción. Mientras Juan, Adrián y yo bajamos, el resto, perdido, decidió que ya estaban lo suficientemente cansados como para volverse a Chelva, que se veía a simple vista a poco más de un kilómetros. Ellos tiraron por una pista hasta el pueblo. Nosotros por una senda que se adentraba en el valle del río.
A mitad ruta
Pero tan felices que nos la prometíamos cuando el track se va directo al río. Un cauce ancho, profundo y con el agua congelada. Además, aunque hubiese hecho un día adecuado para un chapuzón, el plan era complicado porque el agua estaba a un escalón de más de un metro de alto. Tras mucho buscar un camino alternativo con la bici al brazo en mitad de la nada, decidimos volver para ir directos al pueblo como los demás. El problema era que la única forma fácil era subir con la bici al hombro varios y estrechos bancales que hubieran hecho las delicias de un practicante de parkour. Por supuesto este tramo se ha borrado del track.
Cerveza de final de ruta
Realmente no perdimos tanto tiempo. Llegamos si acaso diez minutos más tarde que los demás. Eso sí, fueron diez tensos minutos que se hicieron tan largos como una mañana entera. Menos mal que la llegada a Chelva es en su mayor parte una demencial bajada hasta la zona de acampada del río. Bueno, después queda subir una cuesta del 10% hasta la plaza del pueblo, pero eso es otra historia.
Valoración de la ruta
Si algo se le puede achacar a esta ruta, es accidentada. La bajada desde la caseta del forestal, un completo infierno de troncos quemados. Luego perdidos en mitad del cauce… Y lo cierto es que la ruta muy variada no es que sea. Sin embargo el hecho de estar subiendo durante los primeros kilómetros al más puro estilo Higueruelas hacen que sea una delicia para los biciescaladores.
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El pasado sábado algunos integrantes de El Perro Verde BTT volvimos a Monserrat a hacer su ya conocida ruta por la zona, pasando por Masía Pavía y por Cortichelles.
En Cortichelles
La ruta está bastante vista, pero tiene momentos bastante interesantes, como toboganes, rampas que hay que subir con un gran impulso —mucho cuidado con la última—, pequeñas sendas entre la vegetación y un barranco…
Durante el almuerzo
Teniendo en cuenta que la ruta es corta, hubo una pequeña avanzadilla formada por Óscar, Suso, Quique y por mí que fue pedaleando hasta el punto de salida. Y luego a la vuelta, para quedarnos totalmente saciados de Bici, una subidita a Calicanto nunca viene mal. ¡Lástima que Óscar a la vuelta no vino! Se perdió una buena subida en mitad del calor de mayo… Pero acompañado por unas bravas y otra cerveza.
Rotura de eje
Por lo general fue extraño la rapidez en acabar. Pese a que hubo pérdidas, averías y deshidrataciones salvadas en el último momento gracias a la generosidad de una vecina, mucho antes de lo esperado ya estábamos de vuelta en Monserrat recuperándonos a la sombra del rigor del calor del mediodía.
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