Archivo de la categoría: Crónicas

Crónicas de las rutas de El Perro Verde BTT. Con fotos, tracks, vídeos, etc.

El tranquilo plan B de Las Rodanas

El pasado sábado el grupo de El Perro Verde BTT se organizó en dos salidas: el pistero y el trialero. Los que decidimos pasar la mañana del sábado tranquila y pistera nos encontramos en el río dispuestos a darlo todo… Que tampoco era mucho, dado que subir a Las Rodanas y bajar a Valencia antes de la hora de comer tampoco es que tenga demasiada complicación.

Pero para ser una ruta tan sencilla y tan vista tuvimos dos invitados. José Antonio, que vino para probar una mañana con nosotros, y Juan Carlos, amigo de José Vicente e integrante del BTT Moncada que además de conocernos nos contó un montón de cosas interesantes de su club. ¡Y además acudió José Luis, que hacía tanto tiempo que no venía que casi ni nos acordamos de su última visita!

En mitad de la huerta
En mitad de la huerta

El primer tramo de recorrido fue por las pistas que hay en paterna, cerca de la pedrera. Poco a poco, tras pasar El Plantío llegamos a La Cañada. Las pistas que hay atravesando La Vallesa son geniales, porque además de ser cuesta abajo tienen un punto de pedruscos que te hacen ir en tensión durante todo el rato.

La ruta avanzaba a un ritmo normal pero sin parones imprevistos. Por el lugar y la hora que era deberíamos estar a punto de encontrarnos con Miguel, pero no hubo manera. El plan era encontrarnos por el camino, pero esto no hace más que confirmar que la única forma de encontrar a alguien en una ruta en quedar en un punto concreto a una hora concreta. Por eso lo habitual en una ruta es perderse, y no encontrarse.

Poco antes de subir
Poco antes de subir

Delante de nosotros comenzaba ya el camino que nos llevará a la Rodana Gran. Desde que nos separamos del río tendremos que subir casi 270 metros. La pista cansa un poco, pero sólo si te gusta subir retando tus marcas anteriores. La parte dura llega después de una pequeña planicie, donde el camino está cortado con una cadena. Son solo diez minutos llegar hasta arriba pero siempre hay gente que dice que pasa de subir. Afortunadamente al final, aunque sea andando subimos todos hasta la cima.

En la cima de la Rodana
En la cima de la Rodana

La bajada la teníamos planteada por un camino nuevo. Una pequeña variante a la bajada típica para darle alguna novedad al trazado. Sin embargo Juan Carlos nos avisó de que no merecía la pena. Es demasiado peligroso y demasiado empinado, y más para un día tan caluroso y a unas horas que empezaban a ser poco recomendables para llegar a Valencia temprano. Porque el termómetro estaba llegando a parecer más al inicio del verano que al final del invierno. Hacer como Vicente e ir de corto me parecía pasarme, pero llevar perneras y una camiseta, pudiéndome poner de verano en cuanto el calor arreciase era indispensable. De ver a los demás con el culote largo y la chaqueta térmica me estaba mareando.

En el parque de Mislata
En el parque de Mislata

Hasta el paso por la Mina el paseo se convirtió en un absurdo pique entre Juan Carlos y yo. Cada vez que él me adelantaba, yo tenía que hacer lo mismo. Algo bastante absurdo porque teníamos que esperar igualmente a los demás. Pero al llegar al polígono de Manises pasó algo extraño… Debíamos cruzar la CV-37, y es una carretera con el suficiente tráfico como para tenerlo que pensar. Una parte del grupo la cruzó, mientras que otro se fue hacia más adelante. Nos quedamos esperando, pensando en que igual habían ido a comprar una botella de agua. O estaban girando la rotonda, para evitar cruzar a las bravas. El caso es que no volvieron. Sin track, sin esperar y sin extrañarse de que nadie les siguiera se fueron directos a Valencia.

Los que sí seguimos el camino nos metimos de nuevo al parque fluvial. Llegamos a Valencia un rato más tarde, pero quedaba cerveza para todos.

De camino a Valencia
De camino a Valencia
Sigue leyendo la crónica

La exigente marcha de Ribarroja

Cambiando las bicis durante el almuerzo
Cambiando las bicis durante el almuerzo

Hace unas semanas nos dio por hacer la marcha de Ribarroja de 2014. Aprovechando que está relativamente cerca y se puede ir de paseo por el río, decidí ir en bici hasta el pueblo. Total, si hay que levantarse a las seis y media, ya poco me importa madrugar una hora más. Y afortunadamente así lo hice, porque mi plaza en el coche de Damián aún la usó Javi, que perdió el metro a última hora.

Preparados para salir
Preparados para salir

Al final, como casi siempre, salí demasiado temprano. Tanto que a las siete y media ya estaba en Ribarroja. Pero en un momento empezaron a llegar todos y comenzó la ruta sin problemas. Bueno, realmente nada más salir ya nos equivocamos de camino. Y no un equívoco cualquiera, sino de perderse, reencontrarse y deshacer el camino andado. Así que ya sabéis, si vais en grupo y no tenéis claro el camino, dejad que guíe alguien con GPS. Es más, no sólo que tenga GPS, sino que además lo mire de vez en cuando. Espero que la confusión no desanimara a los dos invitados que se unieron en nuestra ruta, que conocimos anteriormente en las rodanas.

Foto de grupo
Foto de grupo

A medida que avanzaba la mañana el hambre surgía con fuerza. Quizás demasiada fuerza para lo pronto que era, porque a las diez ya estábamos parando a almorzar. La ruta por el momento no tenía demasiada complicación. Algún breve momento en el que Miguel, Damián y yo tuvimos que pasar a pie… Pero nada destacable. Ya ni siquiera nos acompaña en nuestras incursiones a pie el crack de Víctor, que cada día mejora una enormidad. Lo habitual.

En mitad de pista
En mitad de pista

Pero de pronto se abrió ante nosotros una cuesta de unos cincuenta metros, tremendamente rota y con una inclinación que superaba en varios grados mi umbral de caguetismo. José Vicente lo intentó. Los primeros metros los trazó muy bien, pero se acercaba a la izquierda de la cuesta, y llegó un momento en el que no pudo ni frenar ni evitar una piedra muy grande. Salió volando por encima del manillar.

Mira que le he visto caer de todas las formas posibles. Desde lo alto, desde lo bajo, de lado, de frente… Un día pensé que literalmente se había partido el cuello, pero a los tres segundos ya estaba encima de la bici intentándolo de nuevo. Pero ver estas cosas siempre te hielan la sangre.

Nuevos amigos
Nuevos amigos

La ruta continúa, pero buena parte de los que venían tomaron una escapatoria que les llevó directamente a Ribarroja. Los que nos quedamos tuvimos que subir hasta el Alto de la Serratilla. Entre el calor horrible del día, lo escarpado del camino y la dificultad del trazado me quedé atrás, a la suficiente distancia de los demás, tanto física como mental para no agobiarme ni frustrarme. Al final llegué el primero porque todos los demás se volvieron a equivocar del camino.

Unas refrescantes naranjas a la sombra de una tapia nos despidieron de Vicente y José, que tomaron un atajo antes de que el golpe se enfriara y doliese aún más. Los supervivientes del día, sin comerlo ni beberlo nos encontramos con dos rampas ¡del 10 %! Javi se hartó y tomó la carretera.

Típico tramo de andar
Típico tramo de andar

A mí me fallaba la tracción y la respiración a dos tercios de la rampa. A Quique le entró unos calambres que prácticamente no podía ni subir andando. Víctor ya iba tan cansado que casi la subió entera a pie… ¡Y luego ves a Rafa como te adelanta y llega a la cima sin aparentemente esforzarse! ¡Tremendo!

Ya deberíamos haber llegado a Ribarroja, el track parece que aquí se pierde, está mal trazado… No puede ser que indique que haya que ir por la acequia. Afortunadamente pasaba un hombre que nos lo aclaró: la acequia está fuera de uso desde hace mucho tiempo, y la marcha el año pasado pasaba por ahí. Fue un momento divertidísimo y el broche tras haber pasado momentos tan duros.

Parada de reagrupamiento
Parada de reagrupamiento

Aún quedaba la vuelta a Valencia, pero afortunadamente las cuestas se habían acabado. Una marcha accidentada, dura y con un final que directamente quiere rematar a sus participantes, ya sea de fallo cardíaco o con la cabeza reventada en los muros de una acequia.

Sigue leyendo la crónica

Volando voy… Por el pico del ave

La sección de las crónicas de El Perro Verde BTT están subiendo el nivel. Ya sé que este rincón de la web no ganará nunca un Pulitzer. Ni tan siquiera el butanito de oro al mejor artículo deportivo. Pero ya empieza a haber signos de prestigio… Ya tenemos firmas invitadas. Andrés, de forma desinteresada escribió la crónica de nuestro viaje al Dos Aguas y al Pico del Ave. Entre medias yo también iré comentando alguna de las impresiones de la ruta.

¡Gracias, amigo!

Nos recibe la montaña
Nos recibe la montaña

El día comenzó un poco raro, había una probabilidad del 80% de lluvia y se pronosticaba mucho frío. Además, conforme me acercaba a Dos aguas sentía más que estaba yendo a esquiar que a montar en bici. Cuando al final llegué al pueblo en cuestión me encontré una grata sorpresa: Miguel nos invitaba a un café por su cumpleaños (gracias Miguel, necesitaba cafeína), pensé que esas extrañas sensaciones eran cosa mía a causa del sueño.

Ruta de Dos Aguas
Víctor tira adelante

Al terminar el café comenzamos la ruta y qué mejor forma de empezar que con una bajada de un kilómetro por asfalto. Así el viento quitaría las lagañas de mis ojos adormecidos, pero como la alegría dura poco en la casa del pobre, al poco me veo a Rafa indicando que girara a la izquierda donde nos esperaba un muro de asfalto y entendí porque gritaba ¡mételo todo!, aún con esas se inició una larga subida bordeando el barranco de la Umbría, donde a lo lejos, muy a lo lejos veía un cortavientos amarillo chillón, que no era otra cosa sino la indicación de mi falta de forma. Quien lo llevaba puesto era Víctor, que por lo menos ya me había sacado un kilómetro de ventaja. La subida continuó y continuó hasta llegar a las Casas del Collado.

Ruta de Dos Aguas
Subiendo

Fue allí donde iniciamos la subida al pico del ave a través de una senda donde no se necesitaba mucha técnica pero si muchos cojones y un buen estado físico, porque desnivel a parte, el viento fue el invitado sorpresa y de honor a la ruta. Dado que suelo subir el último le pedí a los demás que al llegar a lo más alto no me esperasen. Tras subir, subir y subir, en la soledad del farolillo rojo, vi como un grupo de 5 o 6 cabras me salían al paso a unos 20 metros de distancia. Bajaron a través de la falda de la montaña, pararon en la senda, me miraron —a saber qué pensaron— y continuaron su descenso por en medio de la montaña, por cuestas que ni el mismísimo Sam Hill descendería. Mientras tanto cuando llegaba a lo que parecía ser la última curva (sí, parecía, porque esa sensación la viví muchas veces a lo largo del ascenso) vi a Jorge bajar a toda velocidad y a Alberto justo detrás quien me dijo: «Andrés, no te ha quedado nada». Así que me giré y comencé a descender. Entre el hambre y el frio solo deseábamos llegar lo más pronto posible a un lugar resguardado para almorzar y lo único que teníamos a mano fue el establo abandonado de las Casas del Collado.

En la cima del Pico del Ave
En la cima del Pico del Ave

Cuando Andrés dice que hacía viento, nos estamos refiriendo a que cuando llegamos a la cima, al dejar las bicis tumbadas en el suelo, llegaban incluso a moverse arrastradas. Así que imaginaréis la tremenda gracia que provocaba subir los últimos metros, que a la mínima de un bufido te ahostiabas en el guardarraíl en el mejor de los casos.

Almuerzo dentro de una nave
Almuerzo dentro de una nave

Tras almorzar continuamos subiendo en compañía de Eolo, primero un pequeño trozo por la carretera para luego adentrarnos a una senda que no sé como se llama, pero creo que Damián es el más indicado para bautizarla si hiciese falta: La resbaladiza. Tras pasar innumerables barrizales iniciamos el único tramo de trialera de la ruta que aunque no era muy largo tenía su dificultad en lo destrozado que estaba a causa de las lluvias de los últimos días. Al terminarlo, una bajada bastante cómoda hasta un tanque de agua y a partir de ahí dijimos adiós al barro —pero no al viento— y empezamos la enésima subida del día, pero ahora por asfalto.

Parando en una pequeña granja
Parando en una pequeña granja

Hola. Hago un inciso de algo que me gustaría comentar. Justo en este momento dejamos atrás a Andrés y a Rafa. Teniendo en cuenta que el camino no era demasiado empinado y que no hacía apenas cinco minutos estábamos todos juntos, nos extrañó mucho. Pensando en problemas mecánicos doy media vuelta para ver que ha pasado. Sí, llevábamos los Walkies, pero los dos estaban delante.

Tras un instante pedaleando me los veo a lo lejos. Las bicis apartadas de mala manera en el arcén. Rafa tumbado de costado sobre el asfalto, sin moverse y con la cabeza apoyada en el suelo. Andrés de pie, a su lado y con cara de circunstancias. No, que me ha dado una rampa y estoy esperando a que se me pase… ¿¡En serio!? ¿Hace falta aparentar que te has pegado la ostia del siglo y estás en el suelo inconsciente para aliviar el dolor de un calambre?

A poco de llegar a Dos Aguas
A poco de llegar a Dos Aguas

Tras llegar al final de esta penúltima subida nos esperaba una bajada espectacular de unos 3 kilómetros que todos disfrutamos como enanos. Al final de este suculento descenso sólo nos quedaba un kilómetro para volver al bar donde iniciamos la ruta… Y ¡cómo no! ese último kilómetro era de subida. ¡Qué bien! (guiño, guiño)

Después de reponer fuerzas bebiendo zumo de cebada y de comprobar que mi instinto mañanero no había fallado, que esas extrañas sensaciones tenían el nombre «viento de cojones», nos despedimos alegrándonos de dejar de sentir esa sensación de que una mano invisible te tire del camino en cualquier momento. Y como dijo Mikey Mouse cada uno para su House.

Sigue leyendo la crónica