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Crónicas de las rutas de El Perro Verde BTT. Con fotos, tracks, vídeos, etc.

Las inacabables rampas de la Vall d’Uixó

Este sábado Juan Moya nos ha preparado una antológica ruta que ha discurrido por las estribaciones de la sierra Calderona, saliendo desde la Vall d’Uixó y pasando por Alfondeguilla. Pese a que la altimetría de la ruta era como para salir huyendo de miedo, al estar tan cerca de la costa pensé que no sería para tanto. Gran error.

Preparados para salir
Preparados para salir

El frío era horrendo, pero nada más salir del pueblo se nos pasaría bien rápido. Había una rampa que subía la montaña y habían tenido la delicadeza de empedrarla, porque si no eso era imposible de subir. Nada más empezar tomé la delantera para afrontar en solitario la enorme subida. En estas salidas en las que me estoy adaptando a la bici nueva, me siento un poco como si hubiera seguido el entrenamiento del Geni Tortuga. Dicho entrenamiento consistía en atarte un caparazón de veinte kilos a la espalda y ponerse a mover piedras, y cuando ya lo consigues, ponerte a la espalda un caparazón de cuarenta kilos. Así, cuando al fin te liberas de la concha te asombras con la agilidad de movimientos que tienes… Pues es lo que he hecho al llevar una bici que pesa casi cinco kilos menos.

Infinitas cuestas
Infinitas cuestas

En un instante ya tenía a Jorge detrás adelantándome, pero seguía sus trazadas a escasa distancia, pero todo se fastidió cuando la falta de más desarrollo me hizo poner el pie en tierra. ¡Aquello no era una rampa! ¡Aquello era una pared! Los dos juanes me adelantaron más o menos al paso de una burra artrítica pero les perdí de vista en un santiamén. Nadie por delante y los que venían por detrás aún se veían como hormigas subiendo por la montaña. Habrá que continuar…

En el pico de las antenas
En el pico de las antenas

Siguiendo el track llega un momento que te saca de la pista y te obliga a trepar una senda que cuesta subir a pie. Ni pensar ya en montar encima de la bicicleta. Afortunadamente en poco más de cinco minutos ya estás en las antenas, primera de las dos grances cimas del día. Tampoco había nadie allí. ¿Como es posible que ninguno de los tres hayan parado en las antenas? ¿Habrán continuado? En muy poco tiempo comienza a llegar el resto del grupo, y sí, ¡También los que supuestamente me habían adelantado! Resulta que el track tenía un pequeño desvío a un mirador que se me pasó por completo.

Tras algunas fotos y un pequeño tentempié tras el esfuerzo, empieza una vertiginosa bajada hasta Alfondeguilla, en la que podemos diferenciar tres partes:

  1. La primera fue la bajada desde las antenas hasta la pista forestal. Ahí sólo se atrevieron los más valientes o inconscientes. Los que tenemos un nivel técnico suspendido y para ir al examen de septiembre la bajamos andando entre risas y bromas. Porque cuando no soy el único que se queda atrás, todo se ve de otra manera.
  2. El segundo tramo fue una bajada pistera llena de curvas, acelerones y frenazos, incluso adelantamientos por la derecha. ¡Suerte que no hay guardias haciendo controles!
  3. Y el tercero es ya la bienvenida a Alfondeguilla. No es un tramo corto, pero el firme de cemento hace que se superen ampliamente los 40 km/h. Cuando llegamos nos dimos cuenta que Miguel llevaba la rueda de atrás pinchada y rajada. Menos mal que no pasó nada y además la pudimos arreglar.
A punto de afrontar la segunda parte
A punto de afrontar la segunda parte

Ya en el pueblo hicimos algo que es todo un exotismo en las últimas salidas con El Perro Verde. No sólo fuimos a un horno a comprar algo de almuerzo… ¡Sino que además fuimos a tomarnos un café al bar!

El primer pinchazo de Miguel con nosotros
El primer pinchazo de Miguel con nosotros

Tras las reparaciones y varios quemaditos emprendimos de nuevo la marcha, y de nuevo hacia arriba. Se me hace complicado pensar en quién va a transitar por esas pistas forestales que van de la nada a la nada, con unas rampas de espanto por las que una furgoneta derraparía si no le ponen ruedas claveteadas. Ya íbamos todos un poco bajo mínimos, teniendo en cuenta que ya no quedaba demasiado para alcanzar la segunda —y última— cima del día cuando de pronto el camino se acaba.

En serio, el camino que llevábamos subiendo, sin ver un desvío desde kilómetros atrás, se cortó en seco.

—Juan, ¿Qué hacemos aquí?
—Tendremos que subir a pie este pequeño obstáculo.

Ese obstáculo era como una pared pedregosa en la que había que o bien que llevar la bici al hombro o te tenía que ayudar a subir otra persona. El último en llegar fue Damián… ¡Y cómo venía! Con unos calambres en los cuádriceps que de vez en cuando tenía que desmontar de la bici y estirar las piernas como buenamente podía. Al ver aquello la cara que puso fue de angustia. Podíamos hacer dos cosas: volvernos a Alfondeguilla y de ahí a La Vall aprovechando que todo iba a ser cuesta abajo… O bien decir que aquí hemos venido a jugar y ver las sorpresas que nos deparará la ruta tras subir aquello.

Antes de salir:

Alberto

Este sábado tenemos rutaza con la garantía del Doctor Juanito:

https://elperroverdebtt.es/vall-duixo-7-feb-2015/

17:31

Después de la ruta:

Alberto

Habíamos dicho que esta ruta tenía la garantía de Juan Moya. ¡Alegraos! Si aún está en garantía, igual podremos devolverla.
😄

15:41

Así que tiramos hacia arriba, pero al llegar a la cima el camino no mejoró hasta pasar un rato caminando. Por fin el firme mejoró y se convirtió en una pequeña pista con algunos pequeños repechos. Repechos que se subían simplemente acelerando un poco diez metros antes, pero para aquel entonces la luz roja de la batería no paraba de parpadear. Aprovechando un pequeño atajo se fue todo el mundo a La Vall, pero el grupo de los más lanzaos quiso acabar la ruta. Ahí estábamos Jorge, los dos Juanes, Quique, Víctor, Paco y yo.

Al principio tuvimos que subir un par de cuestas más. ¿Cómo demonios era posible si durante toda la mañana habíamos subido el K2, el Everest y el Annapurna juntos? Pero tras esas cuestas ante nosotros se descubrió un camino cementado tan largo que puso al rojo los discos del freno hasta la entrada al pueblo. ¡Lo que se perdió la gente, para lo poco que quedaba!

¡Vivos!
¡Vivos!
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Conociendo gente nueva por Tous

Hace un par de semanas fuimos a hacer una ruta guiada por Xuso a la zona de Tous y l’Alcúdia. Estos pueblos tienen multitud de sendas, pistas e incluso cuevas para investigar. Lo malo es que está bastante lejos como para ir de forma habitual, aunque en realidad más se tarda en hacer unas lentejas y nadie se queja por ello.

La senda del canal
La senda del canal

Quedamos para ir en el metro todos juntos. Nos encontramos con Óscar, Miguel y Pilar, además de Julia, que repetía con nosotros. Durante el viaje aprovechamos el tiempo para reparar los pinchazos que antes de empezar la ruta ya teníamos. En este aspecto también somos unos adelantados a nuestro tiempo, pinchar antes de rodar. Al llegar nos encontramos con el resto, dispuestos a salir pitando antes de morir congelados.

Nada más salir ya comenzaron los percances. Víctor se cayó al suelo simplemente por subir una pequeña rampa de menos de un metro. Jorge se pegó un traspiés a causa de unos cantos en el suelo… Lo nunca visto. Para ahondar en sufrimientos, mis guantes no estaban totalmente secos desde que los lavé y la humedad se congeló, pero afortunadamente el día empezó a despejar rápidamente.

Tras la caída de Rafa
Tras la caída de Rafa

Y cuando parecía que ya no habrían más accidentes, Rafa se cae la hostia del siglo. En un sitio en el que parecía imposible que pasara nada pegó un trompo que salió disparado por encima del manillar, quedando tumbado en el suelo. Ya estoy acostumbrado a ver caer a Rafa y José Vicente, pero a oír los quejidos que gimoteaba no lo estoy. Al flexionar su pierna vimos que en apariencia no había nada roto, pero yo ya me estaba haciendo cábalas sobre cómo podríamos sacarlo de allí… ¡Y al final no hizo falta! Tras una pequeña pausa siguió pedaleando como el que más.

Cerca del canal
Cerca del canal

Durante el primer tramo nos acercamos hacia Tous intentando ir por sendas y pistas, e incluso nos salimos del track durante un rato para explorar otros caminos. Impresionante el momento en el que el camino estaba invadido por los restos de la poda de un cactus. No pinchó nadie, misteriosamente. Tras el almuerzo continuamos subiendo de forma cada vez más notable, hasta que vimos el pueblo.

Tras coronar el puerto
Tras coronar el puerto

La llegada a Tous daba inicio a la parte más dura de la ruta, consistente en la subida al puerto de Tous hasta el camino del embalse. Un puerto que pese a ser bastante asequible, se le atragantó a más de uno. Juan y yo convertimos la subida en un duelo de egos para ver quien se ponía en cabeza. Yo tuve que parar treinta segundos para comprobar si el ruido que oía era la cadena rozando contra el desviador o mi corazón rompiendo las costillas y él aprovechó para adelantarme. Ganó. Cuando nos cansamos de esperar en la cima, agobiados por el viento, dimos la vuelta para ver dónde estaban los demás. Afortunadamente ya habían subido y estaban haciendo fotos.

Selfie escalapuertos
Selfie escalapuertos

Y al acabar la sesión fotográfica nos embarcamos a bajar la Senda de les Dones. Yo ya la había hecho hace tiempo y la comenté de la siguiente manera:

Al poco de pasar un desvío que baja hasta el pantano, pintado en el suelo encontraremos indicaciones a una senda BTT. No hay que fiarse. Es un camino estrecho, muy pedregoso y muy, muy complicado. Es calamitoso hacerlo andando, y si se ha de atravesar con las alforjas cargadas se convierte en un infierno de rebotes y de golpes de pedal en los gemelos. Si se plantea la ruta como una marcha de paseo, lo ideal es ignorar la indicación y continuar recto, no como lo que se puede ver en el track.

Durante el almuerzo
Durante el almuerzo

Y bueno, desde aquella época hasta ahora se ha cambiado de bicicleta, se han abandonado —temporalmente— las alforjas, se ha mejorado un poquito la técnica pero el asco que le tengo a esta senda lo conservo como el primer día. Iba el último junto con Damián y Miguel. Ninguno de los tres es que seamos unos fieras del downhill, y aún así me sacaron finalmente casi cinco minutos de ventaja. No sólo es que sea malo, sino que además ni siquiera se escoger la mejor trazada. Y mira que en sitios relativamente transitados las roderas acaban notándose.

Problemas de índole físico
Problemas de índole físico

Cuando llegué, lanzando sapos y culebras de la trialera quedaban por hacer varios tramos de sendas y pistas, pero entonces llegaron los fallos fisiológicos y mecánicos. Las piernas de Óscar eran la pesadilla de un estudiante de anatomía, porque no podría nombrar ningún músculo del miembro inferior que no le doliese. Tanto es así que para estirar necesitó ayuda para tumbarse en el suelo. Pero mientras los dolores remitían, Juan estaba luchando contra una cadena rota a la que no había tronchacadenas que le tosiese.

Esta foto me favorece mucho
Esta foto me favorece mucho

Al salir de allí seguimos bajando, esta vez en una pista asfaltada llena de curvas. ¡Subir por aquí sí que hubiera tenido mérito! A veces las curvas eran tan cerradas que lo lógico era pensar que la carretera se acababa allí. El asfalto antes de cada curva tenía pintado con espray señales de precaución. Si alguien se ha tomado la molestia de señalizarlo es porque algún ciclista habrá bajado la montaña por el camino más rápido. Seguro.

Lo poco que quedaba ya para llegar de nuevo al canal Júcar-Túria consistía en una senda muy estrecha y plagada de vegetación en sus lindes. Aunque es más divertido pasar en primavera, donde los arbustos pasan por encima de tu cabeza. Juan y yo íbamos los últimos para evitar que se perdieran los que no llevaban cargado el track, así que intenté ir todo lo rápido que pude para que me esperaran lo menos posible. Cuando llegué me dijo Vicente «No, pero la gracia de esta senda es hacerla rápida». La cara que puse, más o menos, es esta:

No sé si lo dice en serio o me está vacilando

Al pasar el canal ya sólo quedaba tomar la carretera hacia l’Alcúdia donde a toda velocidad llegamos a un bar para tomarnos algo mientras esperábamos que llegase el tren. Con lo que le cuesta podrían poner un vagón cafetería. Sería un negocio redondo.

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Fin de semana por Villarta

Para salir de la rutina y demostrar que en El Perro Verde BTT no le tenemos miedo ni al frío ni a la nieve, el 17 de enero una pequeña representación del grupo nos fuimos a hacer una marcha BTT organizada por el grupo BTT El Molinillo de Villarta, aprovechando los lazos de amistad que unen a miembros de los dos grupos.

Y ya que teníamos que hacer 130 kilómetros para llegar a Villarta, surgió la idea. ¿Por qué no hacer noche en Campillo de Altobuey, aprovechando que tenemos una casa allí? No haría falta hacer 260 kilómetros de carretera en un sólo día y además podríamos organizar una cena con barbacoa, que teniendo en cuenta que normalmente nuestros almuerzos son un bocadillo con pan de ayer sentado entre dos piedras en pleno monte, la mejora era evidente.

La planificación fue un poco de más a menos, ya que en un principio se pensó en que íbamos a ir siete personas, pero al final acabamos siendo cuatro. Ya se había hecho la compra de la cena y sólo faltaba cargar los coches, cuando llega el primer imprevisto del día: el eje de la bici de Javi se quedó en el suelo en la puerta de su casa, perdido totalmente. Por fortuna yo tengo tanto la bici nueva como la anterior Rockrider heredada por mi padre. Le tocaría ir con un cuadro de 21 pulgadas, pero mejor eso que una bici sin rueda delantera.

Rescoldos de la hoguera de San Antón
Rescoldos de la hoguera de San Antón

Tras la búsqueda de mi antigua bici ya llevábamos más retraso que Forrest Gump sacándose el doctorado, así que sin perder más tiempo nos pusimos rumbo a Campillo de Altobuey. El termómetro del coche ya nos iba avisando que la temperatura no iba a ser precisamente primaveral. Al llegar marcaba unos agradables -1 ºC, por lo que aprovechando que en la plaza del pueblo quedaban los rescoldos de la hoguera de San Antón, allá que fuimos a calentarnos un poco con las brasas y tomarnos algo caliente.

Torrando
Torrando

El paseo por el pueblo nos despejó lo suficiente para afrontar la realidad: para cenar teníamos que hacer primero brasas en la barbacoa, porque comer morcilla o panceta cruda no era muy apetecible. Pero entre las propias llamas de la lumbre, el vino, el lambrusco y los cachos de pan tostado al fuego con queso y sobrasada el rato pasó de forma súper amena. Lo cual viene demostrando que todo el mundo es necesario, pero nadie imprescindible.

En la cena
En la cena

Antes de que se me acabaran de congelar las manos me metí dentro de casa para hacer la ensalada y preparar los postres. Íbamos tan preparados que hasta hicimos Agua de Valencia. La cena fue demasiado copiosa. Tan copiosa que dormir fue un suplicio. Pocas veces he comido tanto la noche antes de una ruta en bici. Creo que dí más vueltas en la cama por la noche que en la bici al día siguiente.

La mañana amaneció con escarcha en los cristales. En vez de una humeante cafetera, el único vapor que ví fue el que salía de la taza del retrete cuando fui a hacer aguas menores. No necesitaba más señales. Debajo del culote corto, además debía ponerme las perneras y dos chaquetas si quería salir a la calle más o menos en condiciones compatibles con la vida.

Escarcha
Escarcha

Tocaba cargar de nuevo las bicis en los coches. Nada más salir a la calle un charco convertido en hielo nos daba la bienvenida a una mañana de un frío desconocido para nosotros. Los coches estaban bajo una capa de escarcha y a duras penas pudimos cargar las bicis porque no teníamos sensibilidad en las manos para apretar las tuercas del portabicis. Al arrancar el coche para que se calentara un poco el termómetro marcaba -5 ºC. Todo empezaba a encajar: la página del tiempo jamás acierta en Valencia, pero en Cuenca se ve que sí. Pero no íbamos a darnos por vencidos, ni mucho menos. Un café con leche en el bar y zumbando a Villarta.

Tras acabar la marcha
Tras acabar la marcha

Llegamos a duras penas. Ya todo el mundo estaba dispuesto a salir zumbando con la bici, pero nosotros lo único que teníamos que hacer era bajar la bicicleta del techo y unirnos con los demás. Mientras Damián saludaba a los conocidos, el enorme pelotón estaba dándole una vuelta al pueblo para calentar. De todos modos estamos hablando de un pueblo que no llega a los mil habitantes: darle la vuelta es un abrir y cerrar de ojos, así que en un momento empieza la carrera.

José y Javi toman la delantera y salen disparados por cabeza, sin embargo Damián y yo decidimos ir detrás a expensas de ver lo que puede depararnos la ruta. Odio llegar a un tramo complicado y que te intenten adelantar a las bravas mientras oyes comentarios de reprobación detrás de ti. Tan detrás íbamos que durante los primeros kilómetros éramos los últimos, directamente.

Pistas
Pistas

El primer tramo de la ruta consistió en un conjunto de pistas, generalmente de bajada, interrumpidas muy de vez en cuando por algún que otro obstáculo algo técnico que nos obligó a bajarnos de la bici durante escasos segundos. Nada destacable. No estamos hablando de estar caminando durante minutos, ni esos típicos tramos en los que te estás sentando y levantándote de la bici continuamente como si estuvieras en misa.

Cara de panoli después de subir el cortafuegos
Cara de panoli después de subir el cortafuegos

De pronto sin apenas avisar llega el primer plato fuerte de la mañana que nos logrará quitar el frío de golpe. La subida de un cortafuegos en la que tendremos que subir 80 metros en poco más de 700 metros de distancia. Por un firme irregular y lleno de roderas de escorrentía en la que una mala trazada que te obligue a poner el pie en el suelo puede ser un contratiempo muy gordo, porque es muy difícil encontrar un tramo que permita subirse a la bici sin caerse. Además aquello parecía «la senda de los elefantes» ya que los que estábamos aún por aquella zona no éramos precisamente los más ágiles de cada casa. Parecía la típica cola enorme de camiones subiendo las cuestas de la N-II llegando a Fraga.

Pistas
Pistas

Y nada más acabar la subida, en todo lo alto, la organización nos tenía preparado un avituallamiento muy útil viendo la cara de desfallecidos que traían muchos de los presentes. Lo malo, la mitad de la fruta se había acabado y sólo quedaban manzanas… Pero al menos la cocacola estaba bien fría. No hacía falta hielo. De hecho, en muchos bidones el agua estaba literalmente congelada.

La segunda parte de la marcha fue la mejor. Un continuo ir y venir por sendas muy estrechas que tenían la dificultad perfecta para mí. En algunos tramos se complicaban un poco, pero no lo suficiente como para disminuir la velocidad o tener que poner el pie en el suelo. Y los tramos más sencillos tampoco aburrían. Toboganes, pequeñas bajadas muy inclinadas, surcos donde era fácil caerse de un pedalazo… ¡Toda una Yincana!

Opinión personal e intransferible

No hay cosa que más rabia me dé cuando voy en bicicleta por Valencia que en una calle estrecha el cretino del conductor de detrás se ponga pegado a mi rueda trasera intentando adelantarte —como si fuera a diez por hora— y amenazando haciendo rugir el motor. Yo jamás me arrimo a la derecha del carril. Siempre voy en medio porque paso de que me adelanten a las bravas. Pero lo mejor es que en cuanto pueden hacerlo aceleran el coche como si el motor le fuera a salir del capó… Para parar en seco a los veinte metros en un semáforo en rojo y recibir la más amplia de mis sonrisas cuando me paro a su lado. O bajando de una montaña por asfalto, el capullo de turno que te adelanta para a continuación ir detrás de él frenando continuamente. La causa es la misma: ¡Cómo coño voy a ir yo más despacio que una jodida bicicleta! Eso es herirlos en su orgullo más profundo e íntimo.

Pues exactamente eso es lo que sentí en las sendas. Se oían los comentarios del de detrás de mí. Y estoy convencido de que las causas eran las mismas: ¡Cómo coño voy a ir yo más despacio que el capullo de la Rockrider! Aunque delante de mí fuera Damián a mi misma velocidad, y delante de él ídem otra persona. A más flipao, más clasista. Hala, ya lo he soltado. Fin de mi opinión.

El tercer tramo bien diferenciado de la ruta lo marca la bajada a un pequeño barranco con la ayuda de un pequeño puente construído con palés para cruzarlo. Parecía endeble incluso para ser cruzado por un niño en triciclo, pero había que tomarlo a toda velocidad porque la rampa que venía a continuación era increíble. Por suerte había gente de la organización animando a no tocar el freno para bajar lanzado. Tras eso, volvió otra etapa de pista dispuesta a poner el plato grande y correr como nunca.

José pasando por el puente
José pasando por el puente
Alberto pasando por el puente
Alberto pasando por el puente
Javi cruzando el puente
Javi cruzando el puente
Damián cruzando el puente
Damián cruzando el puente

Poco antes de llegar, tras parar un par de minutos para llegar a la meta junto a Damián el camino se torció y nos metimos en una sucesión de badenes enormes en los que lo más normal del mundo era doblar el plato grande ahostiándolo contra el suelo. Un par de bajadas de las que dudas si llegarás hasta abajo con dientes pero poco más. En cinco minutos ya habíamos llegado. José y Javi llevaban veinte minutos esperando.

En la rifa
En la rifa

En un cobertizo nos esperaban platos con zarajos, chorizos, cortezas, bebida y encima gratis. Todo perfectamente montado y organizado, y encima gratis. Poco más y salimos de allí con pulmonía triple, pero mereció la pena. Tanto frío hizo que en Minglanilla paramos en un bar a tomarnos un café bien caliente. No llegamos a apreciar la suerte que tuvimos hasta que por la tarde nos llegaron fotos del pueblo nevado. ¡Por los pelos!

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